miércoles, 14 de mayo de 2008

Democratizar el “proyecto socialista”

En el análisis anterior sugerí la necesidad de definir al socialismo del siglo XXI acuñado por Heinz Dieterich y que sobre la base de postulados marxistas promueve innovaciones como la economía de equivalencias y una visión revolucionaria no determinista que estaría sugiriendo que cada proceso revolucionario debe configurarse en la marcha y conforme a realidades particulares.
No desconozco la carga normativa de tipo ideal que esto supone, es más, puedo en ocasiones sentirme seducida por este argumento que como sabemos marcar su distancia con el marxismo vulgarizado; sin embargo, haciendo eco del método que diera a luz con Descartes, es menester mantener una posición crítica ante lo que parece bueno, necesario e irrefutable.
Que la agudización de las contradicciones en el capitalismo ha llevado a una polarización social de tipo clasista, es verdad; que sin embargo, en los actuales momentos en América Latina es más fuerte la polarización política que la conciencia de clases, no es menos cierto; que no puede pensarse en un modelo determinista y acabado de transformación social, lo sabemos; que la revolución armada no es la vía y que una revolución puede llegar a través de profundas reformas, es plausible. Por último, no puede obviarse que las reformas neoliberales profundizaron las desigualdades, al efecto, basta observar lo que pasa en Chile, el mejor y más obediente hijo del Consenso de Washington que ahora enfrenta la cara visible de la polarización social.
Si la apuesta de Chávez, Morales y Correa al socialismo del siglo XXI representa una oportunidad para articular las demandas no solo de inclusión de sectores históricamente relegados o limitados en el acceso a la esfera política sino también de cambios en las estructuras y relaciones de producción, es necesario cuestionarse de manera permanente ¿hacia dónde vamos? No se duda del origen de un proyecto aún en construcción, pero se teme de los caminos por los que puede avanzar. Es necesario que las nuevas elites en el poder democraticen la propuesta hacia quienes se suman al proceso, resulta ofensivo para un proyecto revolucionario que sus emisarios no sepan cuál es el proyecto que defienden y que se escuden en retóricas nada convincentes.
Por. Melania Noemí Carrión (Artículo publicado en Diario La Hora, septiembre de 2007)
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