miércoles, 14 de mayo de 2008

Hacia la Constituyente (III)

Cuando se piensa en la Constituyente, es muy probable que sean dos dimensiones analíticas las que conminen nuestra atención: por un lado, la trascendencia o no del actual momento histórico como oportunidad para la reclamada y mediatizada reforma política (o como los más optimistas dirían para el giro en el modelo y la estructura del Estado); y por otro, la dimensión que alude a la contienda electoral en la que participan fuerzas políticas diversas.
En el artículo “Hacia la Constituyente (I)”, se advirtió algunos de los temas que deberá abordar la ANC en respuesta a la complejidad que la caracteriza como instrumento en el camino a definir el Régimen y Sistema Político del Ecuador. En el artículo “Hacia la Constituyente (II)” se exhortó en una propuesta normativa, a la calidad de la representación que debe definir las preferencias en la contienda electoral competitiva que se nos presenta. Sin embargo, mi estimado lector, es necesario un grado mayor de complejidad analítica, una tercera dimensión a discutir: El compromiso ciudadano con el nuevo contrato social que dará a luz la ANC, algo que compete a cada uno de nosotros.
La dimensión que invoco sugiere la necesidad de respeto a la institucionalidad formal que nacerá del innovado contrato social. Si los ecuatorianos hacemos tabla raza de la norma constitucional, si pretendemos encontrar subterfugios en ella para así filtrar intereses particulares, si asumimos irresponsablemente ese contrato social como algo ajeno a nosotros; no estaremos coadyuvando a la estabilidad política que discusivamente reclamamos.
No desconozco la imprescindible participación del pueblo en la esfera pública, al contrario, me sumo e insto a ella; pero es necesario evolucionar, es menester cambiar nuestra cultura política. O respetamos la institucionalidad que nosotros hemos provocamos y en ese marco generamos los cambios que la complejidad social amerite o condenamos a la Constitución a convertirse en “una más”.
No propongo empolvar el fervor revolucionario, sigo creyendo posible un modelo de organización social alternativa, un modelo del pueblo y para pueblo; pero una revolución no es viable a largo plazo sin un cambio de conciencias o sin coerción. Propongo lo primero. Aunque haga ruido a muchos revolucionarios… por algo hay que empezar.
Por. Melania N. Carrión (Artículo publicado en Diario La Hora, junio de 2007)
ncarrion@flacso.org.ec

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