miércoles, 14 de mayo de 2008

La cumbre de la injusticia, nada que esperar.

La cumbre de los siete países más desarrollados incluida Rusia, como se esperaba dejo una estela de sinsabores y confirmó que en los acuerdos y voluntad de los adalides de los países más poderosos, no está la solución, ni la esperanza de días mejores para los países del Sur.
Las protestas de la sociedad civil organizada, no calaron en las decisiones o mejor dicho no incidieron en la toma de decisiones por parte de los representantes de Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Japón, Canadá, Italia y Rusia.
Gran parte de la sociedad civil detesta a los caudillos de estos países: a Bush por ser responsable de la guerra en Irak y Guantánamo; a Blair por ser compinche de Bush en sus estratagemas militaristas; a Prodi, Merkel y Sarkozy por su escalada anti-estado de bienestar en Europa, único vestigio positivo y superviviente en el atomizador sistema capitalista; a Harper que ha llevado la política doméstica canadiense hacia la administración Bush; a Shinzo Abe, que está restableciendo el militarismo japonés; y, a Putin que ha recurrido a métodos estalinistas rechazados por la sociedad civil. Con estos antecedentes, era claro que no había mucho que esperar de la cumbre de la injusticia.
Nuevamente se “acordó” incrementar la ayuda a África, para cumplir a medias con los objetivos del milenio, pero después de los incumplimientos característicos, ni siquiera eso puede esperarse. Otro tema analizado y fuertemente apoyado por Merkel, fue la reducción de los gases con efecto invernadero para tratar el calentamiento global, pero tampoco en este tema se llegó a acuerdos prácticos que escapen a una manifestación discursiva de compromiso, la razón: Si EU no suscribió el protocolo de Kyoto, mal podría anhelarse un compromiso con resultados concretos.
Los resultados de las conversaciones entre Rusia y EU en relación al escudo antimisiles en Europa queda en el mantel diplomático de los próximos meses, sin embargo, sirvió para comprobar una vez más como las potencias mundiales están más preocupadas por su poder bélico que por el desarrollo del tercer mundo.
Estos países deben proponerse pagar la gran deuda que tienen con el tercer mundo, una deuda por la ininterrumpida explotación de recursos y la contaminación ambiental que generan merced a una lógica nada ajena al sistema capitalista.
Melania Carrión (Artículo publicado en "Diario La Hora", junio de 2007)
mcarrion@uasb.edu.ec

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