domingo, 11 de mayo de 2008

Irán y Gran Bretaña, una relación nada romántica.

La detención de 15 marines británicos por parte de las Guardias Revolucionarias de Irán hace más de quince días, por estas últimas haber invadido aguas iraníes, ha marcado el inicio de un franco enfriamiento de las relaciones diplomáticas entre Londres y Teherán.
Este tipo de situaciones talvez no conminara la atención mundial generada, si no se tratara de Irán y si los ojos de EUA y Gran Bretaña no estuvieran sobre este país. En efecto, una lectura de la crisis diplomática no puede disociar los últimos acontecimientos y en particular las respuestas dadas en la esfera diplomática, de situaciones como la ocupación en Irak y la presión que se procura internacional para que Irán detenga su programa nuclear.
No es extraño que existan roces e intereses que se juegan por debajo del tapete diplomático y más allá de los hechos coyunturales, sino que Gran Bretaña y EUA continúen demostrando una falta de cordura y un mínimo cuidado en sus relaciones con el país árabe. Llevar al Consejo de Seguridad un hecho que pudo haberse solucionado entre ambos países se constituye en un desatino de la política de Londres, al menos si se pretende una solución pacífica a la crisis; pero para que engañarse EUA y Gran Bretaña están empeñados en atacar y arrinconar a Teherán.
La estrategia de Londres apoyada por Washington y el lobby que se pretende para legitimar de manera por demás errada un endurecimiento de las sanciones a Irán, intenta desconocer una realidad: Irán no cesará en su programa nuclear; primero porque es vital para el Estado y su interés energético; segundo porque el derecho iraní a la producción nuclear ha alineado a las diversas facciones políticas, religiosas, sociales y económicas y en consecuencia goza de legitimidad nacional; y, tercero, porque Irán además de estar acostumbrado a las sanciones, puede responder y muy bien a una intervención armada –de paso poco probable- y podría recurrir a medidas como renunciar a la cooperación con la Agencia Internacional de Energía Atómica, al abandono del Tratado de Proliferación Nuclear o incluso al bloqueo del estrecho de Ormuz, paso principal del petróleo del Golfo.
En consecuencia, la decisión de Naciones Unidas deberá prever que intensificar la presión contra irán podría significar para sus promotores que les salga el tiro por la culata.
Melania N. Carrión
mcarrion@uasb.edu.ec

Publicado en Diario "La Hora" (marzo de 2007)

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